Danza interminable

En la bruma de un atardecer oculto, 

mi corazón, danza contradiciéndose, 

entre los ecos de risas y susurros, 

entre el espejo  y el silencio de la tarde.

 

Las calles empedradas llevan historias, 

y se van acabando los días, 

sin tregua, como un río que no se detiene, 

como el viento que se cuela entre las sombras.

 

Quizás se esté apagando, 

el tiempo de la espera. 

Pero hace muchas lágrimas que no entiendo, 

como el sabor amargo de un café frío, 

como las promesas que se desvanecen en el aire.

 

En cada esquina, un recuerdo, 

en cada mirada, una pregunta, 

y en el fondo de mi ser, 

la certeza de que aún hay vida 

en este vaivén de emociones.

 

Las canciones que hablan de desamor

 resuenan en el alma, 

las estrellas titilan sobre el río, 

y en cada latido, un suspiro, 

una esperanza que se aferra con fuerza, 

mientras el sol se oculta tras los edificios.

 

Así paso mis días, 

entre lo que fue y lo que será, 

con el corazón danzando, 

con el tiempo deslizándose, 

y con la certeza de que cada lágrima 

es un paso más en esta danza interminable.

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