La brevedad del gesto
Yo quiero la brevedad del gesto,
el instante que fluye,
donde el tiempo se detiene
en la carcajada de un niño,
en el parpadeo de un instante,
como las hojas que caen,
danzando en el aire,
sin rumbo ni final.
Quiero la mirada que se encuentra
y se sostiene en silencio,
un espejo donde dos mundos
se reflejan con ternura,
sin necesidad de palabras,
con una complicidad
que solo las almas comprenden,
como el roce de una brisa
que acaricia la piel.
Deseo el susurro del día,
un amanecer sin prisa,
donde el sol se despereza
entre el murmullo del alba,
donando luz a los sueños
que aún flotan en el aire,
como mariposas doradas
que buscan su destino.
El sabor de un café compartido,
la calidez de una mano que se aferra,
una risa que estalla
en lo simple de un momento,
la complicidad entre amigos,
y el eco de una historia
que nos hace reír y llorar
en la misma fragancia de la vida.
Quiero la sombra que se alarga
con la luz del ocaso,
un atardecer que nos envuelve
en tonos de oro y púrpura,
donde cada segundo
es un regalo efímero,
y en cada latido,
la promesa de un nuevo comienzo.
Deseo la claridad de lo efímero,
la fragilidad de un instante,
donde todo se condensa
en la esencia de un abrazo,
ese lazo que nos une,
que nos muerde y nos sana,
en la conexión que se siente
más allá de lo dicho.
Que en ese silencio compartido,
las palabras se vuelvan brumas
y el susurro de un amor,
un canto suave que resuena,
en el eco de dos almas
que se reconocen en la brevedad,
pues en cada pequeño gesto,
en cada suspiro,
se encuentra la eternidad.
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