Refugio de tempestades
No pidas paz a mis brazos,
pues en su abrazo habita el fuego,
la chispa de la locura,
que enciende pasiones ocultas
como estrellas errantes en un cielo sombrío,
donde la luna titila en complicidad.
Mis labios son un laberinto
donde se pierden los susurros,
y cada palabra es un eco,
un grito ahogado en la noche,
en el vaivén de la brisa furtiva
que danza entre sombras y luces.
Quiero la intensidad,
la tormenta que arrastra,
las risas desaforadas
como relámpagos en el horizonte,
las miradas que rompen el silencio
y hacen temblar los cimientos de la razón.
No anheles calma en este torrente,
porque en la locura florece la vida,
y en el abandono de los sentidos
hallamos la verdad de nuestro ser,
donde cada latido es un verso,
cada encuentro, un poema sin fin.
Así, sin temor,
dejemos que el caos nos abrace,
que el roce de nuestra piel
erase las fronteras del mundo,
tejiendo sueños audaces
que desafían la lógica del tiempo.
No pidas paz,
pues mis brazos son refugio de tempestades,
y en cada abrazo,
una historia nueva se escribe,
un relato que se despliega
como un paracaídas en caída libre,
celebrando la locura de amarnos.
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