Retrato de un alma
A ti, que habitas mis pensamientos,
te miro y en ti encuentro la calma,
como un faro en la tormenta,
en este rincón del alma
donde las dudas se disipan
como niebla ante el amanecer.
Te pido, sin adornos,
que me veas tal cual soy,
un lienzo de colores vivos
y sombras que danzan en la penumbra,
mis risas son ecos de un pasado,
mis lágrimas, ríos que buscan el mar.
Soy un paisaje en constante cambio,
un bosque en el que las estaciones conversan,
un río que fluye sereno y a veces desbordado,
me abrazan mis heridas,
como raíces que se aferran al suelo,
me acompañan mis sueños,
como estrellas que guían mi camino.
Acepta mis imperfecciones,
mira las cicatrices como mapas,
marcas de historias vividas,
como ramas que se entrelazan,
lecciones que me hacen fuerte,
como el acero que se forja en el fuego.
Déjame ser quien soy,
sin máscaras, sin filtros,
como el rocío que se posa en la mañana,
en la fragilidad encuentro belleza,
y en la autenticidad, mi verdad,
un canto de pájaros en la primavera.
Quiero que me quieras,
no por lo que imaginas,
como un libro cuyos capítulos no has leído,
sino por quien realmente soy,
con todo lo que traigo, sin más,
como un río que abraza la orilla
y revela sus secretos en cada corriente.
Así, en esta danza de almas,
te ofrezco mi esencia sin reservas,
como un jardín en plena floración,
un refugio donde el amor florece
en cada pétalo que se entrega al viento,
una sinfonía de voces que se entrelazan
en la búsqueda de un nosotros más sincero.
Pongamos nuestras manos en la tierra,
cultivemos juntos este terreno compartido,
donde el amor se nutre de la verdad,
y florece en la diversidad de ser,
pues solo en la honestidad de cada matiz
es donde hallaremos el brillo del verdadero amor,
un faro que alumbra incluso en la noche más oscura.
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